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July 26, 2022 | Guest Author

Creditos imagen: Shutterstock

March 29, 2022 por Gonzalo Muñoz y Mike Jones

Los precios de los alimentos a nivel mundial subieron un 28% en 2021, su nivel más alto en una década, y las esperanzas de un retorno a condiciones de mercado más estables en el corto plazo parecen poco factibles. El índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), promedió 125,7 puntos en 2021, el más alto desde 131,9 en 2011. Este aumento afectará aún más la inseguridad alimentaria, la que ha venido creciendo desde el año 2014. En 2020 la prevalencia de subalimentación a nivel mundial afectó a casi 10% de la población. Esto pone en riesgo el reto de cumplir la meta de hambre cero para 2030[1].

Ante la pregunta realizada a algunos CEOs de grandes empresas y startups de cómo gastarían los $6 billones que Elon Musk ofreció al Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, Werner Baumann de Bayer destacó la necesidad de contar con tecnologías que incrementen la fijación biológica de nitrógeno, reduciendo la aplicación de fertilizantes y los costos ambientales, a través de, por ejemplo, el uso de ingeniería genética, añadiendo que existía una renovada apertura a los cultivos genéticamente modificados en la agricultura, en particular en los mercados emergentes de África y Asia. Mac Lennan de Cargill, también afirmó que los transgénicos tienen que ser parte de la solución, cuando se trata de construir un sistema alimentario con más resiliencia y sostenibilidad.

El ritmo y la precisión del desarrollo de variedades de cultivos sigue evolucionando drásticamente con el uso de la biotecnología moderna. Las herramientas moleculares para realizar estos cambios genéticos han existido durante décadas y las variedades “transgénicas”, comúnmente conocidas como “OGM” (organismos genéticamente modificados), han aumentado su uso a 190.4 millones de hectáreas en 29 países (ISAAA, 2019) con una concentración en los principales cultivos básicos como  soja, maíz, algodón y canola. Los cambios en el ADN de la planta se pueden hacer a través de pequeñas extirpaciones o cambios de ciertos genes, la inserción dirigida de un gen de otra variedad de esa misma especie (cis-génesis), o la inserción de genes de otras especies (trans-génesis).

Recientemente han surgido nuevas herramientas de edición del genoma, como “Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats” (CRISPR por sus siglas en inglés), que permiten la edición precisa de cultivos a un costo menor y en un marco de tiempo más corto, lo que potencialmente amplía la capacidad de nuevas instituciones para ingresar a este espacio.  Los desarrolladores informan que mediante el uso de la tecnología CRISPR es posible disminuir entre 4 y 6 años el tiempo necesario para sacar nuevas variedades de cultivos con resistencia a sequía, inundaciones, y resistencia a ciertos insectos e infecciones microbianas entre otros.

Pero todo esto puede resultar muy confuso para el lector. ¿No es lo mismo transgénico que edición génica? La siguiente figura ilustra los diferentes tipos de mejoramiento genético que coexisten hoy en día.

Figura 1. Comparación de tres metodologías de mejoramiento (Adaptado del original de Huang et al. 2016, Nature Genetics)

Básicamente, mejoramiento genético se pude dividir en tres metodologías.

La primera, el mejoramiento genético convencional, incluye principalmente el cruzamiento sexual, la mutagénesis y las técnicas basadas en el cultivo de tejidos.

La segunda, sería la modificación genética (comúnmente conocida como OGM), ya sea la transgénesis cuando se modifica una línea del receptor con los genes de otra especie que no son compatibles sexualmente con los de la planta receptora; o la cis-génesis cuando se introduce un gen de una misma especia.

Y finalmente la edición génica, cuando en el ADN se reemplaza o elimina partes de un genoma utilizando nucleasas, denominadas coloquialmente “tijeras moleculares”, para causar un rasgo deseado.

La edición génica es la metodología más reciente y por lo tanto es necesario crear nuevos marcos regulatorios, patentes y licenciamientos. Por esa razón el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) está financiando la Cooperación Técnica: “Evaluación del Marco Regulatorio e Institucional para la Edición Génica a través de Tecnologías Basadas en CRISPR en América Latina y el Caribe (ALC)” para la cual ha contratado al Centro de Ingeniería Genética y Sociedad (GES) de la Universidad Estatal de Carolina del Norte. Con este financiamiento se pretende: a) realizar un análisis crítico del panorama regulatorio actual; b) prever y analizar posibles escenarios de políticas futuras: c) identificar prioridades y necesidades de algunos países de la región con respecto a la inversión en el desarrollo de biotecnología agrícola y su marco regulatorio.

Si América Latina y el Caribe (ALC) logra desarrollar un marco regulatorio costo efectivo, la ventaja de adoptar la edición génica sería la reducción del costo y los tiempos del mejoramiento genético. Además, la simplicidad de la tecnología permitiría la democratización del mejoramiento genético de cultivos de suma importancia para los pequeños productores (cacao, bananos, papa, arroz, yuca, leche, carne), actualmente bajo presión por la necesidad de adaptarse rápidamente al cambio climático. A su vez, la participación del sector privado y los institutos de innovación será mucho mayor que con los OGM, que además se han concentrado en las manos de las más grandes empresas multinacionales y principalmente en granos.

La definición de los marcos regulatorios, así como las patentes y licencias serán claves para determinar el futuro de esta biotecnología. Algunos éxitos de la edición génica están a la vista, como la elaboración de las vacunas de ARN mensajero contra el COVID-19. Durante la Revolución Verde (1960-1980) se lograron grandes saltos en la productividad utilizando maquinaria y fitosanitarios, y fertilizantes químicos; en este período de Nueva Revolución Verde, la biotecnología está jugando un papel cada vez mayor en hacer que las granjas sean más productivas y rentables. Aunque existe la creencia que los grandes beneficiados son los agronegocios, lo que ha generado mucho escepticismo e incluso críticas, el lado positivo es que la productividad a nivel de fincas de pequeños productores tiene un gran potencial para multiplicarse.

En ALC varios países vienen trabajando hace algunos años en el desarrollo de productos a través de la edición génica, el tiempo dirá si la región se beneficiará de las nuevas herramientas para incrementar la oferta de alimentos.


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